A principios de los años setenta, en la ciudad iraní de Ramsar, varios países firmaron un acuerdo para proteger uno de los hábitats más vulnerables del planeta, los humedales. España se adhirió con una primera inscripción en 1981 y hoy, sólo en Andalucía, hay 143.139 hectáreas de zonas húmedas recogidas en este convenio, entre marismas, lagunas, reculajes de embalses y salinas. Sin embargo, el cálculo es que 120 humedales se han perdido para siempre en la comunidad, quedan 223. Hoy se celebra el día mundial de estos paisajes.

A consecuencia de la pandemia de Covid, la Consejería de Medio Ambiente, integrada en Agricultura, no celebra ningún acto masivo, sólo indica una visita a la laguna del Moral, en el término de Cortes de la Frontera, y dentro del monte de la Sauceda. Esta pequeña laguna, de poco más de unos cientos de metros cuadrados, enclavada en un bosque de quejigos de montaña, representa la enorme variedad de tipos de las zonas húmedas. La mayor parte de las hectáreas protegidas en el caso andaluz, están en los parques de naturaleza acuática del litoral de la comunidad, caso de Doñana, Bahía de Cádiz y las marismas del Odiel y el Barbate, pero hay decenas de lagunas en las campiñas sevillanas, cordobesas y gaditanas, así como varias situadas en puntos muy altos, como son las de Sierra Nevada.La Consejería de Medio Ambiente creó un índice de zonas húmedas, que es el que contabiliza hasta 223 y donde no pudieron entrar algunas de las desaparecidas, caso de la laguna de la Janda, que llegó a ocupar miles de hectáreas en la cuenca del Barbate y que fue desecada para usos agrícolas. Hay un proyecto para una recuperación parcial de una laguna que fue muy estudiada por naturalistas británicos afincados en Gibraltar.



Durante siglos, los humedales fueron desecados por temor al paludismo y, posteriormente, para su uso agrícola, aunque hay razones para el optimismo a pesar del impacto que en estos paisajes tendrá la disminución de las lluvias y el aumento de las temperaras del cambio climático. Las primeras protecciones de los años ochenta en Andalucía han estabilizado especies de aves que estuvieron en franco peligro de extinción, como el morito, la malvasía o la focha cornuda. Además, la regulación de la caza y la mejora de la calidad de las aguas ha conseguido naturalizar humedales de origen humano, como algunos reculajes de embalses. En el Guadalquivir a su paso por Sevilla, por ejemplo, han comenzado a verse algunas nutrias, que son el mejor síntoma de mejora de la biodiversidad.

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