Angela Merkel

“Lo siento desde el fondo de mi corazón, pero cuando pagamos el precio de 590 muertos en 24 horas, en mi opinión no es aceptable. Hay que tomar medidas más drásticas. Si tenemos demasiados contactos estas fiestas y luego resulta que son las últimas navidades con los abuelos, habremos’ cometido un gravísimo error. No deberíamos”.

No dijo gran cosa Merkel. Pero sucedió algo extraordinario: resultó creíble. De ahí el eco global. Es el valor sustancial de la ejemplaridad, al que Javier Gomá ha dedicado ensayos notables. La auctoritas de Merkel, más allá del poder, emana de la fuerza inspiradora de quien no da discursos sino da ejemplo. Cualquiera puede decir, como ha hecho Merkel esta semana, eso de “Yo creo en la fuerza de la Ilustración”; pero resultar creíble al decirlo, eso ya es otra cosa muy distinta.



Juanma Moreno

“No he pegado ojo porque sabes que lo que tú vas a decidir influye de una u otra manera en las capacidades de desarrollo de alguna persona, en la propia felicidad aunque sea a corto plazo. Todo es terriblemente complejo”. 

Moreno no es Merkel, aunque parte de su éxito sea la empatía del tipo cercano. Antes del comité y de anunciar la desescalada de Navidad, habló en una entrevista de la soledad angustiosa del gobernante, algo que sin duda ha experimentado todo gobernante, pero quizá en pandemia se multiplique entre la ruina y la muerte. Después su discurso resultó inesperadamente encorsetado, más bien mecánico; tal vez por temor a dejar fluir la emoción. Era el momento, como Merkel, de no mirar al teleprónter sino al ciudadano; de no leer sino compartir la verdad adulta.

Susana Díaz

“Es decir, de seis a ocho de la tarde quien esté en la calle evidentemente puede estar en un centro comercial, en unos grandes almacenes, pero no puede sentarse a tomar un café con un dulce”. 

Ah, la alta política.

Juan Marín

“[¿Pactos?] Con el PSOE de Susana Díaz y de la corrupción, no. Porque ya nos engañó una vez, a todos los andaluces y a mí en particular”.

Mientras Ciudadanos trata de tender puentes también hacia la izquierda, Juan Marín recordaba que aquí están más hundidos que las naves de Alejandro en Fenicia. El vicepresidente no veta al PSOE, pero sí a Díaz. Un asunto personal. Horas después, ella replicaba que Marín “quiere entregar Ciudadanos al PP”, y añadía “Arrimadas sabrá qué hacer” porque “ha reventado el grupo parlamentario”, hurgando en la herida. Ambos se enfrentan a serias divisiones internas, y hay algo de Dúo Pimpinela en esos titulares. Han alcanzado la incompatibilidad plena y la exhiben sin pudor. Su evolución es curiosa: Aliados, Allegados, Amigos, Íntimos, Rivales, Adversarios, Antagonistas, Enemigos…. Inquieta pensar qué será lo próximo.

Pablo Echenique

“La constitución española está bajo asedio nada más y nada menos que por dos quintos de esta cámara”.

Qué cosas, de rebeldes decididos a destruir el Régimen del 78 a Guardianes de la Constitución, ¡un gran progreso! El arte de birlibirloque de Podemos, y en particular del agitador Echenique, es formidable. Rara semana permite que Vox se lleve el premio a la mayor barrabasada. Esta vez ha vaciado el cargador contra el Rey emérito, que ciertamente lo pone fácil, para euforia de los antimonárquicos (ser republicano es otra cosa, que no significa no tener rey sino tener ciertos valores, pero vaya usted a pedirle a Echenique que hubiera leído al menos a Philip Pettit) sin la menor vacilación por sus dos condenas. En fin, lo asombroso quizá no sea que un partido en el Gobierno haga un vídeo identificando al Jefe del Estado como dinastía criminal, equiparándolo al narco Pablo Escobar… lo realmente asombroso es haber pensado que Podemos no sería así en el Gobierno.

Cristiano Brown

“Podemos estar orgullosos”. 

UPyD desaparece y sus enterradores insisten, como su último presidente, en el mismo mensaje: “Podemos estar orgullosos”. ¿Seguro?

Después uno recuerda Mayte Pagaza, que despide a UPyD diciendo “siempre contra los aprendices de tiranos”, o a Savater, y piensa que sí pueden estar orgullosos. Eso sí, orgullosos de lo que quisieron hacer, no tanto de lo que hicieron.

Teresa Rodríguez

“Y para cuando salga el primer carajote que diga que los meta en mi casa [a los inmigrantes trasladados], le diría que meta en su casa a los toreros, a los obispos o a los miembros de la realeza a los que subvencionamos, que tampoco yo estoy de acuerdo en qué gastamos el presupuestoepare el terreno para el futuro”.

Por delante, claro, Macarena Olona había escrito la carajotada previsible de “Que el Ministro del Interior les acoja en su casa”. Ha habido demasiados excesos para un asunto tan delicado; pero todo se torció desde el minuto uno por la falta de transparencia y lealtad institucional del Gobierno con los traslados a Andalucía y Valencia, y las mentiras de dos ministros para tratar de sortear unos viajes bajo sospecha: pasaportes falsos, pruebas de Covid…. El mejor caldo de cultivo para esos populismos que se realimentan desde los extremos intercambiando golpes con la naturalidad de Nadal y Federer. Golpe a golpe, exceso a exceso.

Ximo Puig

“Liderar [junto a Cataluña] una Commonwealth mediterránea para tender hacia una ‘España catalana’ y una ‘España de las Españas”.

Ximo Puig propone “Reinventar España”. Es tranquilizador, algo así no va a ningún sitio. Eso no pasa de lo que Teresa Rodríguez llamaría una carajotada. Lo que propone es una Commonwealth, ay, junto a Cataluña, a la que invita a Baleares, y para disimular, a Murcia. El plan canta a Països Catalans. Si bien se mira, Ximo Puig casi parece fantasear con la España medieval anterior a Isabel y Fernando: un Reino de Aragón, ahora en torno a Cataluña, y el Reino de Castilla, con astures, gallegos, leoneses, y todo el sur. Qué le gusta al mundo catalán una fantasía medieval. Quizá el catalanismo sea eso.

Isabel Díaz Ayuso

“No todos somos iguales ante la ley. El Rey don Juan Carlos no es como usted, ni muchísimo menos”.

A menudo los defensores de una causa se acaban convirtiendo en sus peores enemigos. Lo último que necesitaba la Corona es a Ayuso haciendo frases entusiastas.

Boris Johnson

“Tenemos que ser optimistas y pensar que se impondrá la razón”.

Abrir con Merkel y cerrar con Boris: esplendor y decadencia de la política. Hay algo absurdo al reunir a la razón y a Boris Johnson en la misma frase. Hay que ser optimista, por la lógica churchilliana de que “no parece muy útil ser otra cosa”; pero creer que se abrirá paso la razón es ser mucho más que optimista. Es ser ciego.

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