Ha cogido las columnas periodísticas que escribió en Granada Hoy mientras estaba con su familia confinado y las ha reunido en un libro que se llama La Trinchera. No desea que sus escritos sean flor de un día. Juan Pablo Luque es asesor jurídico en el Palacio de Congresos y varios ayuntamientos de la provincia. Es presidente de Concapa (Confederación Católica Nacional de Padres de Familia y Padres de Alumnos) y vicepresidente de Andalucía. Sus hijos Nacho, Cayetana y Pablo han sido los encargados de ilustrar el libro.

–Ha recogido en un libro tus columnas periodísticas sobre el confinamiento durante la pandemia. Me imagino que con la intención de luchar contra el olvido.



–¿Tú crees que alguien de nosotros podrá olvidar esos setenta días? Sé que hoy parecemos estar abocados a sumar otros setenta si la cosa sigue así. Pero de marzo a junio de 2020 pertenecerá siempre a la parte gris de la historia de nuestro mundo. Ninguno lo hubiéramos imaginado: todo fue silencio, no sabíamos qué hacer. Supimos lo que era la muerte indiscriminada por un virus que seguimos sin conocer. Esa incertidumbre se me ocurrió que había que reflejarla, escribirla conforme ocurría, en lo liviano de vernos un día y otro en zapatillas de estar en casa, pero con el miedo y el desasosiego de no saber qué creer. Quizás escribiendo lo que sentimos, más de uno tendría el consuelo de pensar que no era el único, que había muchos como él. Y por el seguimiento que tuvieron los artículos en digital debió ser así. La Trinchera es solo un homenaje a lo que cada uno hicimos en nuestra casa, al esfuerzo que compartimos para que cada día oliera distinto.

–Hay setenta artículos, pero podría haber muchos más porque esto no acaba.

–Pero ya no es lo mismo. Allí quebramos nuestra suerte, nos encontramos como los niños que vienen al mundo en pañales, pero, sobre todo, indefensos. Ahora nos aferramos a realidades que la comunidad científica, salvo cuatro descerebrados, sí afirma con rigor. Es verdad que el bicho sigue y por desgracia dará para mucho; es verdad que hasta que no haya una vacuna que nos inmunice esto no pasara, pero este es el pariente con el que nos ha tocado compartir el nuevo decenio.

–El libro lo prologa el presidente de la Junta de Andalucía.

–Tú me conoces desde hace tiempo, Andrés. Soy rara avis: crítico con la acción política, pero defiendo a capa y espada la dignidad de nuestras instituciones. En ello va la vida de nuestra democracia. Por ello no comparto el daño que se infiere desde el Gobierno de la nación a instituciones y organizaciones que garantizan la democracia. Se está poniendo en tela de juicio la organización territorial, la independencia de los poderes del estado, la integridad de derechos y libertades… Esto es muy grave, porque quiebra nuestra sociedad. En ese panorama, debe haber un espacio para coser costuras, para demostrar que hay diferentes estilos y formas de gobernar. De ahí el espacio que dejé en el libro para Juanma Moreno. Él se equivocará, seguro, en muchas acciones de gobierno. Pero el respeto e integridad a lo que una sociedad democrática demanda, está fuera de toda agresión en su talante. Por cierto, emotivas y sentidas palabras las que ha dicho en el prólogo.

“Crítico con la acción política, pero defiendo a capa y espada la dignidad de nuestras instituciones”

–He visto que en sus columnas cuenta la cotidianidad de una familia, la suya, para explicar lo que pasa durante el confinamiento.

–Es que esa cotidianidad era el único reflejo, el único decorado que día tras día ofrecían las mismas paredes, el mismo aplauso de las ocho, el mismo telediario, el mismo Pedro Sánchez, el mismo eterno Simón, la misma bicicleta estática… pero los que no eran cada día los mismos eran los que conviven contigo. Había que hacer algo nuevo, había que inventar. Setenta días inventando. Setenta días creyendo que el de ayer era el penúltimo, que todo iba a mejor… Así hasta que un día la puerta, aunque a medias, se abrió.

–¿Cree que con sus columnas ha ayudado a la gente a que comprenda lo que está pasando?

–Eso pretendía. Mi objetivo era identificarme con los lectores para que sintieran que no estaban solos, que compartíamos la misma inquietud y el mismo miedo. En hacer actos como salir al balcón juntos, en tomar el sol en una terraza donde ni se cabía, en hacer un arroz, en celebrar en casa la Semana Santa… y todo en mitad de un caos donde nadie de los que aparecían en la tele ponía orden ni concierto. Nuestra vida fue también un caos, pero sé de mucha gente que se vio reflejada en aquellas líneas. Espero le ayudaran a vivir menos mal.

–¿Cuánto hay de política en estas columnas?

–¿Cuánto de política hay en cada paso de nuestra vida? Yo creo que hay política hasta en el colorante amarillo de la paella. La vida es política. Y es bueno que lo sea. Que cada cual lleve a gala y exprese sus ideas. Y tampoco es malo que esas ideas cambien, transmuten. Lo que hoy es blanco mañana puede no serlo. Eso es condición humana: como el pelo, como la belleza, como los achaques de la edad… todo cambia. Nosotros cambiamos. Por fuera y por dentro. Lo malo es cuando la política se vuelve egoísmo, dinero, juego sucio, intereses bajos. En ese instante, dejamos de ser ciudadanos.

“Nuestra vida fue también un caos, pero sé de mucha gente que se vio reflejada en aquellas líneas”

–¿Le sorprende el modo en que a veces se interpreta lo que escribe?

–Claro que me sorprende. Pero ese es el riesgo de escribir y publicar. Puede gustar, puede no gustar. Siempre estás seguro de que habrá quien nunca lo leerá porque, una vez te encorsetan, ya queda para siempre. Es un estigma. A mí, por ejemplo, nunca entendieron la de veces que escribí en defensa de algunas actuaciones de Susana Díaz como presidenta de la Junta. Como tampoco entenderán mi defensa de Juanma Moreno. Pero escribir para mi es casi un acto reflejo, una necesidad, algo que la vida me pide. En el fondo, tampoco le doy mucha importancia a las interpretaciones, la verdad

–¿Cuál cree que es el primer deber de un columnista?

–Escribir. Escribir y confesar. Confesar, pero teniendo en cuenta que mañana pueden mudar tus ideas y tienes que tener la suficiente libertad para expresarlo sin temor de que nadie se le ocurra ir a la wikipedia de tu vida para echártelo en cara. No hay nada más ingrato que tu propia inconsecuencia.

–¿Alguna vez ha pensado que lo que escribe no sirve para nada?

–Hombre… servir, claro que sirve. ¿A ti no te sirven tus artículos? ¿Y la tarde de buena música, café y pensamientos que echas mientras los vas pariendo? Sólo por ello merece la pena. Pero te confesaré una cosa. Ha habido algunos conocidos que me han confesado sentirse identificados, que se han emocionado, que les había hecho recordar. Solo por ello, creo que merece la pena.

–Por lo pronto lo que recogerá de la venta del libro irá a un comedor social. ¿Es así?

–Otra cosa por la que ha merecido la pena. La Fundación Asisa así lo vio y son ellos los que han sufragado los costes de edición, lo que yo agradezco enormemente. Las ventas van para el comedor social de las Hijas de La Caridad. Allí hay una monja que se llama Sor Victoria que dijo un día que Dios viaja en los camiones de Mercadona. Y ahora, con la crisis económica tan fuerte, hacen falta más camiones. Y en eso estamos.

–¿Algo más que quiera decir?

–Pues que se vende en Librería Stylo, junto al colegio Regina Mundi. También en Babel. Al menos que se beneficien nuestros pequeños comerciantes. Me gustaría antes de terminar agradecer a Magda Trillo su prólogo. Es reconfortante llevar con ella tantos años en el Grupo Joly y dejarme escribir lo que me da la gana.

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