El lunes pasado tuvo lugar en el Ayuntamiento de Sevilla una reunión discreta, pero muy significativa del futuro del PSOE de Andalucía. El alcalde de Torremolinos, José Ortiz, visitaba a al regidor hispalense, Juan Espadas Cejas. Ortiz fue uno de los primeros alcaldes que se puso a favor de la renovación en la dirección del partido, una vez que Susana Díaz perdió el Gobierno de la Junta. Y fue de los pocos que, públicamente, apoyó al diputado Felipe Sicilia para este cambio. Entre los críticos, había quien también respaldaba a otra compañera de Jaén, Ángeles Férriz. Eran tanteos, pero ahora el escenario se ha despejado: Juan Espadas es el elegido, y ahí estaba José Ortiz, porque si algo tenían claro los críticos es que su candidato debía de ser una única persona.

La condición de alcalde de Sevilla de Juan Espadas es una ventaja y un defecto. Ventaja porque es del PSOE de Sevilla, que es la agrupación más importante del partido; porque Susana Díaz también es sevillana, y porque es un contrincante que sale desde dentro de la provincia más susanista. El problema es que Andalucía es una comunidad con una importante polarización entre la parte occidental y oriental, y para ésta Sevilla es el foco de un nuevo centralismo. Por eso es importante el apoyo de alcaldes malagueños, como el de Torremolinos.



Juan Espadas es un alcalde de Sevilla poco dado al sevillanismo. Al principio de su mandato, tejió un eje de influencias con el alcalde de Málaga, el popular Francisco de la Torre, y hubo otros regidores, como la de Córdoba y el de Granada, que se quisieron unir a eso que, al final, no fue más que un proyecto, pero cargado de una sana intencionalidad. No obstante, si Espadas es finalmente el candidato del PSOE andaluz a la Presidencia de la Junta, las provincias de Granada, Almería, Málaga y Jaén tendrán que tener una especial atención en su agenda.

Ferraz ya tiene decidido que Juan Espadas sea su candidato. Sólo hay que ponerle fecha al anuncio oficial. La Ejecutiva federal había manejado convocar elecciones primarias para elegir el candidato a la Junta en estas semanas, mucho antes de lo que hubiese correspondido con el congreso regional del PSOE, que será después de octubre. El argumento que se esgrimía es que el presidente de la Junta, Juanma Moreno, podía adelantar las elecciones. Esto no ocurrirá. Moreno ha explicitado esta semana que quiere llegar hasta otoño de 2022.

La decisión de Ferraz no es una injerencia en la vida interna del PSOE andaluz, es que no hay entendimiento entre la dirección federal, capitaneada por José Luis Ábalos, y la regional en este asunto. Ábalos y su segundo, Santos Cerdán, se han reunido con los secretarios provinciales de toda Andalucía, con alcaldes, con críticos destacados y la conclusión de todos ellos es que necesitaban que Pedro Sánchez señale a una persona en torno al cual reunir todos los apoyos. Así ha surgido el nombre de Espadas, que recibió el respaldo del presidente del Gobierno el pasado 5 de marzo en un almuerzo en la sede de Ferraz.

Después de esto se ha desatado la tormenta madrileña, por lo que se esperará, al menos, hasta mediados de mayo. Lo que sí está claro es que Espadas tiene que comprometerse con su candidatura cuando comiencen a elegirse los delegados al congreso federal del PSOE de octubre y que su proyecto se concibe como un trayecto de ocho años en el que será candidato y secretario general del partido. Lo que opinan los críticos es que muchos indecisos dejarán de apoyar a Susana Díaz cuando sepan qué nombre concreto es el contrincante.

José Luis Ábalos también ha hablado con Susana Díaz. Y mucho, pero el resultado es que la ex presidenta de la Junta va a presentarse a las primarias. Uno de los sanchistas de primera hornada, el alcalde de Dos Hermanas, Francisco Toscano, defendía la idea de que era posible alcanzar un consenso dentro del PSOE andaluz para evitar unas elecciones primarias, y que a Susana Díaz se le podía convencer para que se echase al lado. Sólo hay que ver qué sucede estos días en el PP de Sevilla para comprobar los peligros de las elecciones internas en los partidos, todo salta por los aires y se ventean graves acusaciones de corrupción y manipulación.

A Susana Díaz sólo se le pedía un gesto de generosidad con el partido que le ha dado tanto. Y se le ha ofrecido un puesto en las elecciones europeas, la Presidencia del Senado y algún ministerio. Pero no ha querido, ella está segura de que va a ganar las primarias en el PSOE como las próximas elecciones ante Juanma Moreno. En cualquier caso, a Susana Díaz, como a todos los ex presidentes, le corresponde una vocalía vitalicia en el Consejo Consultivo de Andalucía. Sólo ha utilizado este puesto Rafael Escuredo, que sigue en esa institución.

Al menos cuatro provincias están a favor del cambio de un modo claro: Huelva, Cádiz, Jaén y Granada, pero los sectores críticos de Sevilla y Málaga son muy importantes. Córdoba está dividtida, pero su secretario provincial apoya a Susana Díaz. En Sevilla, los susanistas controlan la poderosa diputación, que al mando de Fernando Rodríguez Villalobos, es un bastión del aparato en forma de plantilla laboral. 

Susana Díaz ha hecho como Pedro Sánchez en s e Díaz. Lo suyo son las carreras de fondo. Tardó siete años, de 1990 a 1997, en pasar de ser simpatizante a militante del PSOE, y ocupó todos los escalones de la Consejería de Medio Ambiente: asesor legal, jefe de gabinete del consejero, secretario general y viceconsejero, aunque cuando llegó a consejero lo fue de Vivienda y Ordenación del Territorio. Tuvo la paciencia de aguantar en la oposición a Juan Ignacio Zoido en el Ayuntamiento de Sevilla cuando Zoido era tan popular como el Giraldillo, pero allí estaba Juan cuando Zoido se desmoronó como una espuma.

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