Después de Huelva, Illa. Después de colocar a una presidenta, claramente, sanchista en la Diputación de Huelva, Pedro Sánchez demuestra que no le valen los candidatos a media. Aunque sean del PSC, ese partido hermano en el que, hasta ahora, el secretario general del PSOE era poco más que un magnífico observador. Sánchez ha colocado a Salvador Illa como candidato a la Generalitat, y el antecesor, Miquel Iceta, trata de armar un relato donde él es el urdidor. Adorable Iceta, a él también le ofreció Sánchez la presidencia del Senado para sacarle de Cataluña, pero ERC se opuso. Antes que Iceta, Sánchez se lo ofreció a Susana Díaz. Pero la trianera respondió con un no.

Tras lo de Illa y lo de Huelva, algunos críticos andaluces sostienen que ya hay una decisión tomada, tardará un semestre o algo más, pero entienden que las luces para sustituir a Susana Díaz al frente del PSOE de Andalucía se han encendido al verde. A los críticos andaluces siempre hay que tomarlos con cautela, pero lo que vienen a explicar es que Sánchez actuará de la misma manera si encuentra a un candidato que mejore las malas expectativas de Susana Díaz. Candidatos hay, digamos que los Felipe Sicilia, Ángeles Férriz y Alfonso Gómez de Celis, pero lo más parecido a Illa sería una María Jesús Montero o un Juan Espadas. Atención a Montero en los próximos meses.  



Hasta ahora, hay quien sostenía en el PSOE andaluz, tanto en el lado susanista como en el otro extremo, que el próximo candidato socialista a la Junta de Andalucía tampoco tiene que ser el mirlo blanco, que no era necesario quemar la apuesta final porque Juanma Moreno se ha consolidado como presidente y volverá a gobernar la próxima legislatura. Bajo tal prisma, Susana Díaz servía. Nadie en el PSOE, más allá del círculo concéntrico de tres metros de radio alrededor de la ex presidenta, confía en que la sevillana sea capaz de recuperar la Junta. Pero, parafraseando lo que ella misma opinó de Pedro Sánchez cuando le conoció, Susana Díaz sirve (para llenar el cartel de partido perdedor) pero no vale (para volver a ganar).

Entre los críticos, que son variados, también hay quien postula que no conviene quemar ahora a Juan Espadas, porque se corre el riesgo de perder el Ayuntamiento de Sevilla sin haber ganado la Junta. Al alcalde hispalense no le acompañan las fechas. Las municipales se celebrarán después de las elecciones andaluzas, con lo que tendría que dejar antes el Ayuntamiento y escoger a un incierto sucesor que fuese capaz de mantener la plaza. Complicado. Pero no imposible. Algunos creen que el bueno de Juan debería esperar.

Aunque estas estrategias de salón son divertidas para le mente, los partidos con vocación de relevancia, y el PSOE lo sigue siendo, no se conforman con candidatos a medio plazo. Juanma Moreno lo fue, pero las expectativas del PP eran muy distintas, estaba acostumbrado a perder.

Pedro Sánchez ha elegido al mejor candidato con el que cuenta el PSC para salvar estas elecciones catalanas. Salvador Illa era su preferido desde hace dos años, por eso lo metió en el Gobierno, para darle un cargo de proyección, pero sin demasiadas complicaciones en la gestión. Antes de la pandemia, el Ministerio de Sanidad era una carcasa. Llegó la pandemia, Illa no se quemó, pero había que contar con el beneplácito del primer secretario del PSC, Miquel Iceta. Sin su participación, su amigo Illa no iba a iniciar esa carrera.

Lo que, finalmente, ha convencido a Iceta son las encuestas: el ministro de Sanidad es mejor candidato que él. Los últimos sondeos indican que ERC ganaría las elecciones, pero es posible que el PSC quede segundo con Illa al frente. O primero, que el electorado catalán es más voluble y viene de concederle el primer puesto a Inés Arrimadas. Ciudadanos ha entrado en crisis en su lugar de nacimiento, y el PP parece que le ha declarado, definitivamente, con la fuga de su anterior candidata. Esto no es sólo una tendencia catalana, Casado y la sombra de Albert Rivera -¿está retirado?- van a por los cuadros naranjas, y de hecho en Andalucía se especula desde hace semanas con el futuro a medio plazo de Juan Marín y del alcalde de Granada, Luis Salvador. Como Lorena Roldán, a Marín le desagrada Carlos Carrizosa y sufre de melancolía por Albert Rivera.

Susana Díaz no es una candidata para gobernar; al menos, es lo que vienen indicando los sondeos, todos aseguran la suma de los tres partidos del centro y la derecha. Sólo uno de los publicados este año le da una victoria, aunque insuficiente, al PSOE; el grueso otorga el primer puesto al PP. Así que es posible que Sánchez, tal como mantienen los críticos, actúe en Andalucía como ha hecho en Cataluña. Subrayo Sánchez, porque otros en Madrid, caso de Adriana Lastra, ya han movido al jiennense Felipe Sicilia como posible candidato.

No es que Díaz no vaya a tener contrincante en las próximas elecciones internas socialistas; es que si Pedro Sánchez se inclina por alguien, esa persona ganaría las primarias. Ésa es la opción que más gustan a los críticos que no están por el “pasteleo”, los que no quieren una decisión acordada con Susana Díaz para ver cómo se va marchando. Estos desean un líder que salga forjado de unas primarias a cara de perro.

María Jesús Montero es lo más parecido que Pedro Sánchez tiene a Salvador Illa para Andalucía. Sin embargo, la ministra de Hacienda y portavoz del Gobierno se ha expuesto a la opinión pública con menor fortuna que el titular de Sanidad, el carácter tranquilo de Illa es el bálsamo que una parte de la sociedad quería de unos políticos que no han guardado el respeto ni en los momentos más trágicos de la pandemia. Montero tiene otro problema, y es su escaso liderazgo en el seno del partido. Illa era el secretario de Organización del PSOE, Montero ha sido casi una observadora externa, alguien muy cercana a los aliados de la izquierda.

Por eso, Sánchez actuará con los mismos instrumentos que en Cataluña: será la evolución de los sondeos y la popularidad de los posibles candidatos los que terminen por marcar el rumbo.

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