CUENTA que cuando juega al pádel se desenvuelve bien. No tiene las hechuras de un atleta de la Grecia clásica, pero sabe colocarse con destreza en la pista.

–Es muy importante estar bien colocado en el pádel. –Como en todo en la vida.



Jesús Aguirre (Córdoba, 1955) recuerda al señor bonachón de los paquetes de kikos Churruca. No sólo tiene la habilidad de estar en el punto preciso al practicar su deporte favorito, sino en la vida pública. Entró en ella por causalidad, igual que hoy es consejero de Salud por una suma de casualidades, después de que dos conocidos galenos no se atrevieran.

Aguirre ganó en su día las elecciones al Colegio de Médicos de Córdoba, a las que se presentó como tercer candidato, cuando los aspirantes favoritos eran los entonces presidente y secretario de la institución. Dividió el voto y cortó las dos orejas del triunfo. Enrique Bellido, presidente del PP de Córdoba, lo metió al cabo de unos años en política. Y Javier Arenas lo encumbró al Senado.

Este consejero de Salud abusa de la terrible expresión “a nivel de” para todo menos para referirse al mar. “A nivel de UCI”, “a nivel de Urgencias”, “a nivel de PCR”. “A nivel de atención primaria”. En los primeros días de pandemia metió el pinrel en la comparencia de turno. Cometió un pifiazo de libro al informar del seguimiento de la crisis. Afirmó que se habían hecho tres mil pruebas de “Proteína C Reactiva”. Debió leer “PCR” y tiró por ahí, cuando en realidad se trata de la Polymerase Chain Reaction, la prueba con la que se diagnostican virus, tumores, etcétera. En español la técnica PCR es la técnica de la “Reacción en Cadena de la Polimerasa”.

Jesús tiene nervio, siempre de un lado a otro. Habla mucho, como ha podido comprobar toda España. Cae bien porque tiene el aspecto de un abuelo encantador. Algunas de sus comparecencias circulan masivamente por los teléfonos móviles por su tremenda claridad, no exenta de gracia, o por cómo se hace un lío al meterse en un jardín. Siempre tiene un marcado acento cordobés, lo cual lo hace fácilmente identificable por la radio.

Dicen que el día que lo nombraron consejero se enteró por la televisión. No se esperaba el nombramiento. De hecho tenía contratado un viaje a Menorca con el Imserso y tuvo que luchar para que le devolvieran el dinero. Le pidió permiso a su mujer para meterse en el fregado de la Consejería. Y ella, médico también de profesión, le dio el plácet cuando nadie podía imaginar la que se le venía encima: el virus de la listeria, el del Nilo y el coronavirus. “Solo falta que el Guadalquivir se tiña de rojo para que aparezca Moisés…”, comenta con guasa algún colaborador directo. Con la listeria, una vez controlada, tuvo el detalle de dejarse ver junto a su equipo en un bar próximo a la sede del SAS en Sevilla, donde todos comieron carne mechada. Aquello fue una especie de baño de Fraga en Palomares, pero solamente con testigos ocasionales.

El presidente Moreno cubrió con Aguirre la cuota cordobesa. Con la gestión de la primera empresa pública de Europa en número de empleados, que es el SAS, se equivocó en el nombramiento del gerente. El vicepresidente Juan Marín fue quien le recomendó al actual. Aseguran que Aguirre tiene mejor relación con el partido naranja que con el suyo del PP.

Fue cuestionado durante los primeros meses de la legislatura: los profesionales se impacientaban con el cumplimiento de promesas de campaña, como la ampliación del complemento de exclusividad, el referido desacierto con el primer gerente del SAS, la listeriosis en expansión aquel agosto… Estuvo en la cuerda floja, pero resistió. Ahora se ha convertido en la imagen campechana del Gobierno andaluz gracias en buena medida a esa combinación de estilo directo al explicar cómo ponernos la mascarilla y a algún que otro trabalenguas.

Una entrevista en Canal Sur, en el programa Andalucía a dos voces, ofreció su lado más humano, por lo que descubrió para muchos a un personaje entrañable, un jubilado que estaba con las maletas hechas y que se vio de pronto en un potro de tortura (voluntaria)como es la Consejería de Salud.

Algunos lo conocen por monseñor Aguirre, aunque quien tiene de verdad ese tratamiento es su hermano Juan José (Córdoba, 1954), obispo misionero comboniano en Bangassou, un luchador contra las mafias africanas de la inmigración. Jesús está profundamente orgulloso de la labor de su pariente. Tanto que se emociona cuando le preguntan en público por la labor del prelado.

Siempre dice que es médico de pueblo y que existen dos retos:la gran cantidad de “pluripatológicos polimedicados” que existen y el envejecimiento de la población. Forma parte de la hornada de profesionales de Atención Primaria de finales de los setenta. Fue uno de los fundadores del Sindicato Médico Andaluz. Todavía circulan fotos con las esquinas arrugadas en las que aparece con rizos rubios y siempre orondo junto a Serafín Romero, actual presidente del Consejo General de Colegios de Médicos. El Colegio de Médicos de Córdoba ha sido, por cierto, una buena cantera del liderazgo médico en el sur de España.

Siempre directo, al poco de ganar sorpresivamente la presidencia del Colegio de Médicos de Córdoba, declaró en una entrevista: “Los colegios profesionales ya no son un club privado de amigos para reunirse”, lo que hizo que otros presidentes de entidades colegiales –sobre todo algunos que llevaban en el cargo desde la primera comunión– le recibieran de uñas. Por fortuna, la cosa se fue calmando.

Tiene una ambición prudente en la vida. Accedió a la Vicepresidencia del Consejo General de Colegios de Médicos. Cuando todos lo veían como el siguiente presidente, se dejó tentar por la política, el lince de Olvera arqueó la ceja y se lo llevó al Senado. Ahí puso “la consulta”, como él mismo llamaba a su escaño. Lo mismo acudía uno del gobierno a por antibióticos, que un separatista para una receta de pastillas azules de esas que ayudan a “unir” más que a separar… Debía ser por el frío nocturno de Madrid.

Con su tono familiar, desespera algunas veces a sus compañeros de partido, que creen que debería ser más incisivo, sobre todo con los rivales políticos. Ahora con la pandemia, más que un responsable político, se ve como “un médico con una paciente llamada Andalucía”. Hay quien no lo comprende cuando afirma sin titubeos:“Si los datos dicen que hay que cerrar una ciudad, se cierra”. Pero sus compañeros de Atención Primaria saben que está acostumbrado a tomar decisiones rápidas tras consultas breves. Espíritu de infantería se llama.

La vida es siempre volver a Córdoba para dormir. Cenar relajado con presidentes de Colegios en las Uniones Profesionales Sanitarias, donde hay peperos a los que conoce hace casi veinte años…. La vida es añorar los peroles en el Brillante los domingos. La vida es afición por las gambas y por el tinto cardiosaludable tras los años superados del gin tonic. “Jesús ahora sólo es de tintorro”. No tiene nada de Narciso. Gasta zapatos de batalla, sacados de un catálogo de chófer de bus urbano. La vida es ser auténtico, algo poco común en un mundillo asfixiado por lo políticamente correcto. La vida por encima de todo es ser un abuelo entrañable.

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