Ir al colegio es mucho más que escuchar explicaciones o hacer ejercicios en una clase. Supone compartir experiencias entre iguales, socializar, utilizar la imaginación en el juego, adquirir valores, conseguir el arrojo para hablar en público, para superar retos y enfrentarse a los miedos en compañía de los amigos. Por eso, si algo puso de relieve el pasado confinamiento fue la importancia de la presencialidad para el aprendizaje de los niños y jóvenes.

No cabía duda que volver a las aulas era esencial. Pero también tremendamente difícil de organizar a los miles de alumnos y docentes que pueblan las 14.270 unidades existentes en la provincia de Málaga. Pero llegó septiembre, comenzó el curso y los cierres y confinamientos no han llegado ni al 1%. De momento, la batalla al virus se está ganando.



Que los centros estén abiertos tiene aún más importancia si cabe en los barrios de transformación social, en los entornos más vulnerables, donde la casa no puede compensar a la escuela. “Nuestro objetivo este año es uno y muy sencillo: el colegio lo más presencial posible durante el mayor tiempo posible”, comenta José Miguel Santos, director del colegio concertado Misioneras Cruzadas de la Iglesia, en el distrito Palma-Palmilla.

Colegio concertado Misioneras Cruzadas

“Está claro que las familias más perjudicadas del confinamiento por la pérdida de aprendizaje fueron las que no tuvieron acceso a los recursos digitales, aquellas de los entornos más desfavorecidos, esto hace que se acentúe todavía más la brecha educativa”, agrega.

De ahí, sostiene, que estén haciendo todo lo posible para mantener el virus a raya. “Los problemas de fracaso escolar, abandono y absentismo que ya estaban se agudizan con esta situación, así que hay que llevar los protocolos Covid con mucho sentido para garantizar que no pierdan más por el cierre de clases”, indica Santos.

El inicio del curso no fue fácil en Misioneras Cruzadas, hubo que hacer mucho trabajo de concienciación porque en la calle y en la familia no todos cumplían las medidas y, a pesar de ello, había mucho miedo al colegio.

Pero la semilla ya está dando sus frutos y, por el momento, no han tenido ningún caso positivo. “Ahora estaremos al 90% de nuestra capacidad, se han ido incorporando paulatinamente cuando han visto que había medidas y que se iban desarrollando las clases con normalidad.”, apunta Santos.

“Distanciamiento, mascarillas, separación de recreos, ventilación, llevamos a cabo todas las medidas del resto centros y eso nos ha hecho cambiar la dinámica, fomentando la autonomía de los alumnos y el trabajo personal más que el trabajo colectivo”, indica el director.

También apunta que desde quinto de Primaria a Secundaria se está trabajando en clase con dispositivos digitales y plataformas como classroom para entrenarles en su uso. Se están haciendo desdobles en algunas asignaturas y se procura que los escolares con más retraso tengan el mayor apoyo posible.

Colegio público Guadaljaire

El colegio Guadaljaire, en San Andrés, también es un centro de compensatoria. Pero su situación es diferente a la de la mayoría por el número de alumnado, que no superan los 90. “Tenemos una ratio de unos diez alumnos por aula, esto ahora es una gran ventaja, porque no tenemos problemas con la movilidad dentro del centro ni con el distanciamiento”, explica Ignacia Redondo, la directora del centro público de Infantil y Primaria. Los grupos burbuja se han hecho por ciclos y comparten baños y espacios comunes. En casi dos meses no han tenido ni positivo ni caso sospechoso.

“Ahora mismo se están reforzando los contenidos que se dieron presencialmente el curso pasado y en la evaluación inicial se han visto las carencias, que hay contenidos que no se han adquirido y que se tienen que iniciar, pero todos los tutores tienen esos datos y con ellos estamos trabajando”, explica la directora.

Aunque, destaca, dar clase con mascarilla “es muy difícil, cuando quieres que te escuchen tienes que forzar mucho la voz, para llamar la atención cuesta mucho trabajo, hay profesores que se han comprado micrófonos portátiles para que se les escuchen”. A esto se une el ruido de fuera y el frío por la ventilación obligada.

“Familias, alumnos y profesores han puesto mucho de su parte para seguir el curso virtual, pero es fundamental que centros como el nuestro estén abiertos, es muy difícil de atender a los niños como hemos estado estos meses, en mi colegio todo el mundo quiere la presencialidad porque es necesaria para que no haya más brecha educativa”, apunta Redondo. Como dato explica que de los 14 alumnos de sexto, la mitad no tenían ordenador en casa y tres no tenían conectividad. También resalta que los docentes y equipos directivos “estamos saturados de burocracia”.

Colegio público Domingo Lozano

Una normalidad llena de medidas excepcionales. Así considera su trabajo diario Silvia Frey, directora del colegio Domingo Lozano, en la zona de Carranque. En su centro aún no han tenido que determinar ni cierres totales ni parciales y señala que “tenemos la suerte de que las familias están cooperando muy bien”.

Frey subraya que “las entradas y salidas son distintas, lo patios son distintos, los alumnos ya no se relacionan con las clases como antes, están separados, pero quitando esto en las clases hay normalidad”. Todos se tienen que acostumbrar a estar en clase con la mascarilla “pero es lo que nos toca”. Y el respeto a la medida está siendo generalizado, destaca la directora.

Para este centro de unos 380 escolares uno de los retos era alojar dos unidades de primero de Secundaria del Politécnico Jesús Marín sin que hubiera cruce con el resto del colegio. “Hubo que cuadrar muy bien los horarios pero está funcionando estupendamente”, indica Frey.

“Eran los padres los que estaban más asustados, pero han visto que esto funciona y ninguno ha dejado de traer a sus hijos por miedo, se ha generado confianza, hemos demostrado que se están haciendo las cosas bien y que el colegio es un lugar seguro”, agrega la directora.

Colegio Josefina Aldecoa de Rincón de la Victoria

En el colegio Josefina Aldecoa de Rincón de la Victoria estudian unos 500 niños y están al máximo de su capacidad. Hay varias aulas con 27 alumnos, por lo que guardar las distancias de un metro y medio en el aula más que un problema era, directamente, una cuestión imposible.

Tampoco es viable el desdoble, por falta de espacios y de personal. Los refuerzos Covid vienen con contrato hasta diciembre, por lo que no se les ha asignado ninguna tutoría. “Apoyan al centro en la necesidad que surja, dentro del aula, fuera de ella, en espacios compartidos y supliendo la falta de compañeros”, indica.

Carmen Garnica Ramírez, directora del centro que esta semana tuvo que realizar su primer cierre de aula. Su protocolo Covid incluye tres entradas para que los escolares no tengan que cruzarse, recorridos marcados y ausencia de filas, baños repartidos por grupos estancos y patios divididos por aulas. También se ha intentado reducir el número de profesores que entran en el aula y los tutores imparten más asignaturas de las habituales.

El lavado de manos es constante y la desinfección de las superficies que más tocan. “Los niños están colaborando mucho, se portan estupendamente. El gran problema que tenemos es el espacio de las aulas, que no permite el metro y medio de separación a pesar de que hemos quitado todos los armarios”, añade la directora. Así pues, lo que no falta es la ventilación constante.

“Estamos acostumbrados al contacto físico, al encuentro, a trabajar por proyectos de forma cooperativa y todo eso ahora mismo ha mermado muchísimo”, lamenta la docente. Ahora intentan continuar de forma oral pero “se pierde mucha calidad y calidez, la escuela es emoción, sensaciones, emociones y eso es lo que se está perdiendo”. Así que el reto es, sostiene, “tener la máxima normalidad dentro de la situación, que en este periodo trabajen sin miedo, concienciándolos de que tienen que formar parte activa de la mejora del sistema, que lo vivan con precaución, con cautela, pero sin angustia ni miedo”.

Colegio Rosa de Gálvez

Del CEIP Guadaljaire al Rosa de Gálvez, en la zona de Ciudad Jardín, hay más de 660 alunmos de diferencia. Cuando la comunidad escolar alcanza las 800 personas, incluyendo 45 profesores, es raro el día que no aparece un caso sospechoso. Pero más duro fue el comienzo por ver a todos los niños con mascarilla, por tener que poner distancias y marcar unas pautas muy alejadas del día a día compartido.

“Los niños han sido muy disciplinados, han sabido interpretar la situación y han dado muy pocos problemas, la gran mayoría de las familias también se han acomodado a la situación, y aunque algunos se han incorporado mucho más tarde a la enseñanza normal, ya funcionamos con cierta rutina”, comenta José Carlos Duarte, director del colegio malagueño Rosa de Gálvez. Y destaca que son los niños “los que nos dan lecciones diarias”.

“Dentro de la dificultad se está llevando de la mejor manera posible, mejor de lo que podíamos esperar, las salidas y entradas están muy organizadas, se respetan los espacios, hacen por no cruzarse y no romper sus grupos burbuja”, comenta el director.

Su mayor problema ahora mismo “es el remanente de mascarillas y gel, estamos bajo mínimos, se nos está acabando, no nos han servido todavía la dotación de octubre”, señala. Para Duarte, la labor de los centros docentes ha tomado mayor relevancia con la pandemia y se ha visto que la labor con los menores “no se puede paralizar”.

Colegio privado El Pinar de Alhaurín de la Torre

Aunque todavía se esté en el primer trimestre, el objetivo del colegio privado El Pinar, en Alhaurín de la Torre, también es terminar el curso con el mayor tiempo posible de presencialidad. Y para ello se hizo el plan de contención en verano, cuya principal novedad son las clases al aire libre. Compraron mobiliario portátil y tanto Primaria como Secundaria tienen varias horas al día en el exterior, tanto por la mañana como por la tarde.

“Hemos hecho pistas nuevas y tenemos mucho espacio, los niños se llevan sus libros y organizamos la materia para que pueda impartise fuera”, explica María José Salom, directara del colegio. “Esas horas son de descanso de mascarilla y para continuar con el trabajo cooperativo, no hemos querido perder esta seña de identidad del centro, que trabaja por proyectos”, agrega.

Para cuando tengan que darse los confinamientos temporales, se ha activado el aula espejo. Han instalado un sistema de cámaras para poder dar la clase en directo. El estudiante puede conectarse a través de zoom. Aún así, destaca Salom que “no podemos darle toda la importancia a lo académico, la enseñanza no son solo lecciones”. Y prueba de ello es que los colectivos con algún tipo de riesgo y que temían más al contagio comenzarón el curso en el aula espejo pero ya se están incorporando al centro.

Lo que llevan peor los docentes de este colegio es la dificultad de la mascarilla, el ruido al tener siempre ventanas y puertas abiertas y, por encima de todo, conectar en la distancia. “Le están cogiendo miedo al contacto, tememos que luego les cueste recuperar esa confianza”, señala Salom.

Colegio público Juan Carrillo de Ronda

En el colegio público Juan Carrillo de Ronda estudian 430 alumnos y su directora, María Dolores Martínez, recalca que el trabajo se ha multiplicado. “Tenemos mucha sobrecarga, nuestra función requiere la gestión documental de todo lo que se hace, pero también hay que atender a personas que demandan tu atención constantemente, hay que tener todo muy bien atado y nos cuesta sacar tiempo para la burocracia”, comenta Martínez. A esto se le añaden los cinco lavados de manos de la mañana y las labores de vigilancia.

En el Juan Carrillo están combinando el método tradicional con la docencia a distancia, usan una plataforma en clase para habituar a los niños a tener una mayor autonomía si tienen que seguir parte del curso desde casa.

“Este es un centro donde las familias se preocupan, en el confinamiento se nos descolgó tan solo un 10% del alumnado y la verdad es que no hemos notado mucho el desfase que se podía esperar”, apunta la directora. El problema lo tuvieron con los que disponían de menos recursos tecnológicos. “Esto es prioritario para que no se descuelguen”, afirma con el deseo de que a pesar de la afonía, de las labores de rastreo, de las tareas no docentes que tienen acumuladas, la batalla siga ganándose en las aulas.

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