Los dirigentes europeos confían en la palabra de los laboratorios y en el literal de los contratos que ambos han firmado. Esta premisa, antecedente de la (deseada) conclusión, consiste en que las administraciones sanitarias de la Unión Europea puedan disponer a partir del segundo trimestre de un número tal, solamente de Pfizer, Moderna y AstraZeneca, con el que podría inmunizarse a más del doble de la población de los Veintisiete.

Y sin embargo hay ansiedad. La sociedad exige más y lo quiere más rápido. La presión es de una dimensión casi cósmica. De ahí que se hayan sellado más compromisos con más laboratorios. La próxima que aprobará la autoridad europea será la fórmula de Janssen, el 11 de marzo, un fármaco que tendrá como destino preferente los países en desarrollo de África.



La farmacéutica y especialista en vacunas, Raquel Carnero, explica al respecto que los motivos de este probable reparto son el carácter de unidosis de este preparado –a diferencia del resto de vacunas– y que haya demostrado una reseñable eficacia contra la variante sudafricana –extendida ya preocupantemente por varios países del entorno–.

Sería el primer detalle serio con los países en desarrollo y que ayudará a la inmunización del planeta que permita el fin (verdadero) de la pandemia. Una de las iniciativas caritativas es el Fondo de Acceso Global para Vacunas (Covax) está siendo dirigida por la Alianza Gavi para las Vacunas, la Coalición para la Promoción de Innovaciones en pro de la Preparación ante Epidemias y la Organización Mundial de la Salud (OMS) y en cuya propuesta están colaborando más de 190 países, incluido España.

Carnero, autora de libro Vacunando, dos siglos y sumando, cree que Europa ha llegado tarde a la negociación, un detalle que sin duda celebra el mundo menos pudiente.

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