El partido más cool de la derecha española, Ciudadanos, ha entrado en una crisis de supervivencia, de naranja mecánica a agente naranja. Se desfolia por territorios. 30 escaños perdidos en Cataluña el 14 de febrero pasado y la salida de dos gobiernos regionales, Madrid y Murcia, donde contaban con sendos vicepresidentes, bastan para apuntar de muerte a una de las dos formaciones que sostienen el Ejecutivo de Juanma Moreno.

Desde hace meses, la dirección del grupo socialista en el Parlamento andaluz ha ido trabajando una mejora de relaciones con algunos parlamentarios de Ciudadanos, los más proclives a alejar al partido de Vox y situarlo como bisagra entre PP y los socialistas. ¿Serían partidarios de una moción de censura a Juanma Moreno? No, en absoluto, ninguno conspiraría para devolver el Gobierno al PSOE después de casi cuatro décadas de poder socialista en la Junta, pero la división dentro de los parlamentarios naranjas es total.



Juan Marín reunió a su grupo parlamentario el miércoles por la mañana, todos estaban con el presidente de la Junta, no había ninguna diferencia en este sentido y, poco después del mediodía, Inés Arrimadas le dio garantías a Juanma Moreno durante una conversación telefónica. La crisis murciana refuerza a Marín, como a Francisco Igea en Castilla y León, porque la vanguardia del giro estratégico ha colapsado en Murcia y Madrid. 

Los partidarios de abrir Ciudadanos al PSOE en otras instituciones, los que están con la nueva estrategia de Inés Arrimadas, son la consejera de Igualdad, Rocío Ruiz; el portavoz del grupo, Sergio Romero, o el diputado malagueño Guillermo Díaz. En el otro lado se sitúan los marinistas, los del vicepresidente Juan Marín. La presidenta de la Cámara, Marta Bosquet, y los parlamentarios Julio Díaz y Fran Carrillo están en esa posición. Carrillo es un declarado antisocialista, el viernes pasado, como quien conjura una moción, publicaba el siguiente mensaje: “Si los corruptos vuelven, Andalucía se muere”.

Este parlamentario cordobés es quien el pasado miércoles, en mitad del guirigay, emuló a Estanislao Figueras, uno de los presidentes de la Primera República: “Señorías, estoy hasta los cojones de todos nosotros”. Bueno, de algunos más que otros, se supone, porque fue su partido el que prendió la traca allá por Murcia. El ridículo murciano ha sido mayúsculo. La doble víctima del tamayazo en la comunidad de Madrid fue el socialista Rafael Simancas, porque los tránsfugas le apearon del poder y porque los electores le castigaron por confiar, con anterioridad, en personas de tan escasa moralidad. Lo mismo le ocurrirá a Ciudadanos.

Rocío Ruiz conversó con este diario el mismo miércoles, día de la moción, y detalló que su posición favorable a hablar también con la izquierda en Andalucía se circunscribe a otras instituciones diferentes a la Junta. Caso, por ejemplo, del Ayuntamiento de Sevilla. A nadie en el grupo se le ocurre traicionar al Gobierno de Juanma Moreno ni mucho menos animar a una vuelta del PSOE. Las disensiones son otras, son sobre la estrategia del partido y, eso sí, sobre el escaso rédito electoral que los naranjas sacan a estar en el Ejecutivo de la Junta.      

A los pocos minutos de conocer la deserción de tres parlamentarios de Murcia, el coordinador regional de Ciudadanos, Juan Marín, solicitaba desde Palos de la Frontera una reunión urgente de la dirección nacional de su partido. Se le sumaban Begoña Villacís desde Madrid y Toni Cantó en Valencia. Será este lunes. Sin ser oposición a la líder nacional, Inés Arrimadas, Juan Marín es uno de los críticos con su equipo, no entiende cómo se saldó lo de Cataluña y le ha producido más que intranquilidad lo de Murcia. En esta comunidad, oculta bajo la moción de censura, también se había librado una batalla interna, puesto que la vicepresidenta del Gobierno, Isabel Franco, había sido apartada de la coordinación regional, que recayó en quien, según lo planes de la moción, sería la nueva presidenta murciana, Ana Martínez Vidal.

Inés Arrimadas no hizo lo mismo en Andalucía, dejó a Juan Marín como coordinador regional. El de Sanlúcar no es oposición, pero los críticos pedirán este lunes algunas dimisiones. La de Carlos Cuadrado, vicesecretario general, será la más solicitada, es él quien diseñó la operación de Murcia, quien no previó la respuesta de Madrid y quien, además, no conocía del todo a sus parlamentarios murcianos. A unos de estos críticos le causaba sonrojo que el portavoz parlamentario del partido, Edmundo Bal, se reafirmarse el viernes en que habían hecho bien en plantear la moción de censura en Murcia sin ningún tipo de autocrítica.     

Con un partido aliado que va a la baja -el último sondeo que manejaba el Gobierno andaluz apenas daba cinco escaños a Ciudadanos de sus 21 actuales- y con las direcciones nacionales de PP y Ciudadanos intercambiándose descalificaciones tales como mafiosos y traidores, el proyecto de cambio de Juanma Moreno comienza a temblar. “Aquí hay partido y mucho partido”, comenta un dirigente socialista, exultante por lo sucedido en las últimas semanas. Con un Ciudadanos en retirada, el PP se tendrá que apoyar en Vox y esto ensombrece la imagen centrada y moderada que Juanma Moreno quiere transmitir de su Gobierno.

Buena parte de este problema parte de la debilidad electoral del PP andaluz, Moreno sólo obtuvo 26 escaños de los 109 totales, se apoya en que sus aliados naranjas sacaron 21, pero esto, difícilmente, sucederá en 2022. 

 

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