Los médicos y los enfermeros del 061 que acudían a mitad de marzo a las casas de las personas enfermas y moribundas parecían efectivos preparados para una explosión nuclear. Ataviado con máscaras que sólo después tuvieron nombres, con cascos y viseras y trajes pretendidamente herméticos, el personal sanitario entraba en las casas con dos cosas claras solamente, una orden y una pregunta.

“Abran las ventanas”, exigían en primer lugar, y luego, a continuación, planteaban una insistente duda frente al paciente: “¿Ha tosido?”, “¿pero seguro que no ha tosido?”



Nadie conocía los mecanismos de transmisión de ese patógeno respiratorio emergente, nadie sabía las medidas apropiadas para evitar la hecatombe por venir; nadie sabía entonces nada del nuevo coronavirus. Ventilar y someter el cuerpo a una extrema impermeabilización servían como las únicas recetas preventivas, las mismas que figuraban en los manuales médicos desde hacía siglos. El SARS-CoV-2 sacó provecho del desconocimiento para reproducirse y propagarse, destruyendo a su paso.

El virus y la muerte se diseminaron silenciosamente en las residencias, los hospitales y en las casas, y esos médicos y enfermeros empezaron a adivinar que aquello no era sólo como una gripe. Las sensaciones, además de los números, eran del calibre de una detonación atómica.

Cerca del doble de muertos que en el 11-M

Andalucía ha rebasado durante estos días festivos la franja de las cinco mil muertes oficiales por coronavirus. El registro de la Consejería de Salud marcó ayer la cifra de 5.019 decesos, lo que no está lejos del doble de las víctimas mortales que provocó el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001 en las Torres Gemelas de Nueva York (2.977 muertes), son 25 veces los muertos causados por el atentado del 11 de marzo de 2004 en la estación madrileña de Atocha (191) y cinco veces más que los asesinados por ETA en su sanguinaria historia (864).

No pocas han sido las voces que han cuestionado el número real de muertos por coronavirus a lo largo de estos primeros diez meses de pandemia. Desde la primavera, el Ministerio de Sanidad terminó por establecer un protocolo de notificación de fallecidos con las administraciones de salud autonómicas por el que debían comunicarse aquellas personas que habían muerto con Covid-19 previamente identificados. A efectos epidemiológicos, ha defendido Sanidad, es el modo adecuado para hacer un seguimiento preciso de una pandemia.

Sin embargo, las cifras aportadas de forma ordinaria por el Instituto Nacional de Estadística (INE) y el Instituto de Salud Carlos III han provocado una polémica que dura hasta hoy, a pesar de que estas dos fuentes tienen su origen en departamentos del Gobierno central. Los datos oficiales, además, los aportan las consejerías autonómicas, han argumentado en el Ministerio cuando han arreciado las críticas por la disparidad de las cifras.

Tres periodos de excesos de fallecidos

El MoMo es el informe de fallecidos por todas las causas que identifica patrones inusuales de mortalidad en la población a todo lo largo del año. Este documento, que actualiza periódicamente el Instituto Carlos III, revela que en Andalucía ha habido, desde marzo, tres periodos de muertes excesivas en función de los valores previstos por la tendencia de los años anteriores: uno primero de acusada subida y bajada entre el 20 de marzo y el 14 de abril, otro más cadencioso durante el verano y otro más duradero y de altos picos entre el 10 de octubre y el 3 de diciembre. La consolidación de la estadística servirá para atribuir el exceso de muertes al coronavirus o a otras enfermedades, así como la relación entre ambos.

Más mortal que la gripe y la neumonía  

De vuelta a la cifra de muertes con Covid-19 que la Consejería cifra en más de cinco después de diez meses, el resultado contrasta con las producidas en un año por enfermedades de uso común. Así, los andaluces fallecidos por el coronavirus duplican holgadamente el total de muertes con gripe (influenza) y neumonía en todo 2018 –una suma de 1.907–, que es el último dato vinculado a un año completo registrado en el INE y también el más alto desde al menos 2010.

También ha sido más numerosa la mortalidad asociada al coronavirus que la atribuida en 2018 al alzhéimer: los cinco mil muertos prácticamente doblan a los 2.508 fallecidos por este tipo de demencia. Los 3.146 decesos como consecuencia de un infarto de miocardio en Andalucía, una cantidad que supone casi la mitad de los provocados por la pandemia.

Estas funestas comparaciones se irán concretando con el tiempo. Por ahora, sólo existe el avance de un estudio publicado por el INE vinculado al periodo entre enero y mayo, el que corresponde a la primera ola. En esa fase inicial, subraya el INE, las enfermedades infecciosas –entre las que se inserta el Covid-19, en casos identificados o sospechosos– han sido en España la segunda causa de muerte (20,9% del total), superando a los fallecidos por tumores (20,4%). Sólo las enfermedades del sistema circulatorio, con un 23%, han causado hasta ahora más fatalidades.

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